–Estoy demasiado viejo para esto –dijo
él rascando el intento de barba canosa que tenía en el mentón.
–David, llevas diciendo eso desde
que tienes 25, tranquilo, se te pasará al inicio del próximo curso –le
respondieron desde el otro lado de la mesa con tono jocoso.
Las risas no se hicieron esperar
y el murmullo que surgió en la sala creció hasta que se hizo imposible
distinguir las voces del conjunto de opiniones sobre cuán cansada y
gratificante es la labor docente. Los rostros familiares se acercaban unos a
otros compartiendo los chismes que han descubierto durante sus clases de la mañana
mientras la gran mayoría recogía sus cosas para salir a almorzar.
“Desde los 25” se repitió, dándole
vueltas innecesarias al asunto, como hacía con todo. La verdad es que la
educación, o lo que conseguía recordar de ella, cuando era joven era bien
parecida a la que estaba viviendo. Siempre pensó que solo había habido dos
cambios significativos en educación: el momento en el que (los profesores) dejaron de pegarte en la escuela –época que él no llegó a vivir y estaba tremendamente
agradecido de que así fuera– y cuando la tecnología hizo su incursión –progresión
que sí pudo apreciar desde los casete en el colegio hasta el Internet en la
universidad. A parte de eso, los centros seguían teniendo abusones, favoritos
del profe, persona popular y el resto de personalidades prototípicas.
Por muchas veces que se hartaran
de repetir cuánto cambiarían la informática y la ciencia las formas de aprender,
las aulas eran las mismas y la metodología había cambiado el mínimo imprescindible
que cambia un organismo cuando sus células se renuevan. El problema radicaba en
que se replicaba el mismo orden de moléculas año tras año, el ADN era el mismo,
aunque sí se notaban las mutaciones producto de esa radiación llamada “innovación
educativa”.
Sonrió al pensar en aquella vez
que durante el máster de profesorado imaginaron cómo sería la vida en el 2030
que él vivía. Probablemente le llegaría una carta al correo de aquella época
para recordarle qué pensaba entonces, escribió muchas en aquel primer “fin del
mundo”.
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