¡Saludos amorTICos!
La literatura es un diálogo constante entre
épocas, estilos e ideas, nada es original estrictamente, aunque pueda
presentarse de una manera novedosa. Sin saberlo siquiera, nuestro inconsciente es
depositario de miles de años de tradición literaria y cultural, el imaginario
colectivo recoge capas y capas de sedimentos que influyen en la producción
final.
Lamentablemente, gran parte de esa herencia proviene
de épocas en las que las mujeres vivían supeditadas a la figura masculina. Hemos
querido romper con ese rol dejando de replicarlo a la hora de crear nuestros relatos.
En nuestras –ya os avisamos– peculiares (re)interpretaciones del tópico de la
Bella durmiente no hay un príncipe salvador que rescate a la indefensa damisela.
En el equilibrio está la virtud. Hemos seguido esta
máxima para construir nuestros relatos, por eso el literario es oscuro y el multimodal,
tragicómico. Sin más dilación, os dejamos nuestra primera creación:
Anestesista en serie
Concha se encontraba tejiendo los
patucos para sus nietos en un frío y oscuro hospital de Alicante. El sonido
metálico y constante de las agujas de ganchillo era la única respuesta a la
conversación que mantenía con su hija. Una tos seca interrumpió su labor
y decidió bajar a la cafetería a por un café para hacer más llevadera la larga
noche que le esperaba. Otra vez recorriendo el mismo pasillo abarrotado de
camas, sonriendo a las mismas caras familiares tras tres semanas en la sala del
despertar.
Alba, atrapada en su propio cuerpo
sin capacidad de moverse, notó como su madre se alejaba. “Mamá, no te vayas.
¡No me dejes sola!” gritaba en silencio. Sabía que volvería a ocurrir.
Cada noche el doctor Basile
aprovechaba su ronda nocturna para visitarla. Añadía una nueva rosa al jarrón,
se acercaba a impregnarse del aroma de su pelo, a rozar su delicada
piel...
Ella solo podía pensar en aquel
fatídico momento en el que todo empezó. El que iba a ser el mejor día de su
vida, en el que por fin sostendría a sus anhelados gemelos en brazos, tal y
como había imaginado durante nueve maravillosos meses, fue truncado por una
mala praxis que la dejaría postrada en la cama a merced del doctor Basile.
Todavía podía sentir como aquella
aguja atravesaba su carne, pinchaba su médula y la sumergía en este profundo
sueño. Su mente estaba atrapada en la cárcel de su cuerpo.
La ausencia de su madre esa noche le
anunciaba que algo no iba bien. Sus sospechas fueron confirmadas a la mañana
siguiente, cuando dos enfermeros entraron a llevarse las pertenencias de Concha
a la planta de cuarentena. Ella, como la mitad de la ciudad, estaba confinada esperando
que el mundo volviera a girar. Fue entonces cuando Basile intensificó sus
visitas, en frecuencia y atrevimiento. La atormentaba con besos espinados en
los que su barba de falso príncipe la irritaban.
Con el paso de los días su
sensibilidad iba en aumento al mismo ritmo que sus músculos se desentumecían.
Una noche su odio se materializó en un espasmo involuntario que puso en alerta
a Basile. Salió apresuradamente de la habitación para buscar más sedantes.
Al volver encontró la cama vacía y
el sonido del monitor que indicaba un corazón sin latido. Un escalofrío
recorrió todo su cuerpo. ¿Dónde estaba? Preso del pánico al temerse lo peor,
halló a Alba tendida en el suelo al otro lado de la cama rodeada de cables.
Basile se precipitó sobre ella en un intento desesperado de salvar su vida, no
podía perderla.
Al tratar de devolverla a la cama le
sorprendió un dolor punzante en el cuello que les hizo volver al suelo, junto a
ellos descendía una de las agujas de Concha, ensangrentada. Fue al notar en su
espalda las frías baldosas cuando por primera vez vio los hermosos ojos
abiertos de Alba, eran verdes y le devolvían una mirada llena de desprecio.
Ella, reuniendo las pocas energías que le quedaban, gateó hacia la puerta,
esperanzada por sentir el tacto del pomo que la llevaría a la libertad. Hizo un
esfuerzo para enviar las escasas fuerzas que le quedaban a su mano y, de
repente, sintió como una garra se clavaba en su tobillo, arrastrándola de nuevo
a la pesadilla, de la que esta vez no despertaría.
¡Esperamos que os haya gustado, pronto os enseñaremos nuestro relato multimodal!
Referencias del relato:
“Sol, Luna y Talía” en Pentamerón
(1634), de Giambattista Basile.
La tejedora de la
muerte (1994), de Concha López
Narváez.
Kill Bill: volumen 1 (2003), de Quentin Tarantino.
Mientras duermes (2011), de Jaume Balagueró.
Vis a vis (2015), de Daniel Écija y Álex Pina.
Tell me a story, temporada 2 (2019), de Kevin Williamson.
Superbo!
ResponderEliminarBravi!! Muy bien escrito.
ResponderEliminarGrazie mille!
EliminarMe ha encantado y me ha dado mucho mal rollo, porque esa era la idea, claro... Qué bien habéis "hilado", jeje, las referencias.
ResponderEliminarEstamos pensando en adaptarla a la gran pantalla y crear un guión para Netflix...Es el plan B si lo de ser docentes no sale bien jajajaja
EliminarGracietes!